Los Días Rojos son eso: no lo suficientemente buenos para ser amarillos. Son malos. Pero superficiales.
Y por eso sé que hoy no fue un Día Rojo. Es que no fue simplemente malo. Fue... hasta triste, diría. No sé. Las personas me hablaban, no me dejaron sola. Y eso es lo que yo hubiera querido. Lo que pasa, además, es que sí se los dije. La primera hora pensé; "no, es muy cruel, mejor los dejo hablando solos hasta que se aburran y se vayan". Y eso intenté. Lo juro, juro que hice mi mayor esfuerzo por parece indiferente. Pero atravesaba una fase mucho más fastidiosa que la indiferencia... el enojo. ¿No me podían dejar en paz, sola? Evidentemente, no. Así que terminé por decirlo de la manera más clara y directa que se me ocurrió; "mirá, la verdad que estoy de mal humor y sin ganas de hablar, ¿me dejás sola?".
Como es de imaginarse, no se fue. Y se quedó conmigo como si yo la necesitara. Ya, sí. Sonó frívolo y sí, puede que a veces necesite que alguien esté conmigo cuando en realidad le pido que se vaya. Pero hoy no era así. Y la quería. Sí, la quería matar.
Y no me dejó tranquila en toooodo el día. Aunque bueno, también estuve con otras dos chicas mucho más copadas. Ah, y como si fuera poco, el chico que me gusta me preguntó si había ido al colegio. Y sí, fui |:
Eso, sí, eso, es a lo que yo llamo un típico, espantoso, horripilante y patético Día de Mierda.
(Y sí, sé que el color no es lo más fino y elegante del mundo, pero, la verdad, mi mierda es marrón, no colorida.)
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