Porque (¡sí, sí, sí!), ahora me sumo al grupo de las pelicortas.
Anteayer, en un ataque de desesperación por cambiar un poco, le pedí a una amiga peluquera que me lo corte y... ¡amé cómo quedó!
Hace... ¡un año!, lo llevaba increíblemente largo. Ondulado y castaño, por las caderas. Era lindo, pero ya estaba un poco harta y, la verdad, mi cabello estaba empezando a ponerse feo. Con las puntas desvaídas y toda la cosa.
Pero decidí cortármelo hace relativamente poco y me lo rebajé y corté un poco las puntas feas. Se notaba, pero sólo si me conocías mucho. Y yo quería un cambio radical. Uno de esos que aunque estés a miles de kilómetros se pudieran notar.
¡Y... ay, lo logré! Mis amigos dicen que estoy irreconocible y eso es, sinceramente, lo que buscaba. Estar irreconocible. Lo tengo rebajado y las partes más cortas me llegan por bastante arriba de los hombros y las más largas por un poquitín más abajo. Estoy feliz.
Cuando me vi al espejo por primera vez después de cortármelo, chillé. Literalmente. Me puse a gritar y saltar como una loca maniática y nadie entendía muy bien si estaba feliz, o enojada, o triste, o decepcionada, o qué. Hasta que empecé con ay por Dios, ay por Dios, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, ¡gracias Estelaaa! Y... bueno, estaba contenta.
El tema fue a la noche, que no me podía dormir bien porque estaba convencida de que al día siguiente todos mis amigos odiarían mi nuevo corte. Me acosté "para dormir" a las 10. Estuve despierta, caminando entre mi cama y el espejo y poniendo muecas un poco patéticas, hasta la 1:30 aproximadamente. Tonto, ¿eh? Lo peor es que después de la euforia de la tarde ni siquiera estaba segura de que eso me hiciera del todo feliz.
Pero ahora... ¡ah!
Es definitivo.
Las que se divierten no son las rubias.
Son las pelicortas.
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